San Isidro acabó a lo grande. Por todo lo alto. Con una corrida de esas que siempre permanecerán en la mente de todos los aficionados venteños. Importantísima corrida de Victorino Martín en Las Ventas, e importantísima tarde también del torero Paco Ureña. Hasta cuatro toros ofrecieron un gran comportamiento, sumado a una ‘alimaña’ que hizo de primero y a un quinto ejemplar venido a menos, siendo este último el más deslucido de la tarde. El mayoral de la ganadería saludó al finalizar la corrida.
‘Boliviano’ y ‘Director’, cuarto y sexto, ambos pertenecientes a un gran lote que cayó en manos de Emilio de Justo, fueron los más importantes de la tarde. Al último se le pidió la vuelta al ruedo, y recibió una atronadora ovación en el arrastre. Fue un torrente de casta, bravura, importancia, calidad y buen fondo el cierraplaza de Victorino, que no terminó de ser aprovechado por un voluntarioso Emilio de Justo. Pudo desorejar a los tres toros de un gran lote, y se fue de vacío en una tarde en la que dejó un puñado de tandas importantes por ambos pitones, pero en la que la espada no le funcionó, y el acople con los toros no fue el deseado. Como se dice taurinamente, se le fue el lote con las orejas puestas al desolladero. Porque el cuarto fue otro toro enclasado, bravo… de grandes opciones en el último tercio. Además de serio, rematado y muy bien presentado, como el conjunto de la corrida. El segundo de la tarde, siendo el peor de su lote, fue un toro exigente y con interés. Un lote para consagrarse en Madrid.
Por el contrario, Paco Ureña cuajó una tarde tremendamente importante y heroica. Se jugó la vida como hacía muchísimo tiempo que no se veía en esta plaza. Se entregó hasta casi entregar su propia vida con un primer toro que resultó una alimaña. Muy complicado y orientado el ‘victorino’, que lo cogió durante la meritoria faena de muleta y lo pisoteo y golpeó durante largos segundos. Se repuso Ureña, visiblemente dolorido y mermado, para cerrar con dignidad la faena y tirarse a matar de verdad. Con todo. Con el alma. Pero lo atrapó por el pecho el de Victorino, y tan solo un milagro de Dios le libró de una tragedia. ¡Por dónde viajaron los pitones! Y qué manera de honrar al toreo, al toro, a la suerte suprema y a Madrid. Qué grandeza la de Paco Ureña en su plaza. En ‘su’ Madrid. Le negó la oreja el Presidente, que sin embargo sí se la concedió en su segundo toro, el de mayor lucimiento y clase de su lote. Otro buen toro, y una faena con un vistoso inicio por abajo, varias tandas rotundas con la mano derecha y un puñado de naturales de los de verdad. Sin engaños. Puros. Lo pinchó, pero finalmente paseó la oreja. Pudo sumar otra en el quinto, tras una faena de exposición, y de nuevo, una entrega admirable y de infarto. ¡Por donde se pasó los pitones! Cómo se la jugó el murciano. Lo mató tirándose con todo de nuevo, y aunque la espada cayó en lo alto, el de Victorino se tragó la muerte y demoró su caída, haciéndole perder la posibilidad de trofeo y de Puerta Grande. Sin embargo, más allá de trofeos, Ureña dio un golpe sobre la mesa, cuajando una de las tardes más importantes de San Isidro y reclamando más oportunidades, y un mejor trato en los despachos.
Ahora sí, ¡hasta el año que viene San Isidro!