ARRIBES TAURINAS

HISTÓRICO: Morante de la Puebla corta un rabo en La Maestranza de Sevilla

Imagen: Arjona | Pagés

Más de 52 años después, se ha vuelto a cortar un rabo en La Maestranza de Sevilla. José Antonio Morante de la Puebla ha hecho enloquecer a la afición sevillana con una lidia antológica, y una faena inolvidable con un gran toro de la ganadería de Domingo Hernández, de nombre “Ligerito”.

Por faroles recibió Morante al segundo toro de su lote, que le permitió expresarse con el capote y cuajar un apoteósico saludo por verónicas. Encajado, ajustado, llevándolo metido y soltando la embestida con la mano baja, sin enganchones y con mucho temple. Muy despacio. Todo naturalidad. Todo desde dentro. Sonó la música en Sevilla y el público se puso en pie. Siguió entregado Morante, que dejó varios quites durante el tercio de varas sensacionales. Primero por verónicas, muy largo y templado. Luego por tafalleras, con mucha torería y gusto. Una larga cordobesa le sirvió para dejarlo colocado en el caballo. Se gustó por verónicas Urdiales en su turno de quites, y no dudo en replicarle Morante. Por gaoneras, con muchísimo valor y totalmente entregado al toro y a la tarde. Rugió Sevilla con el capote de Morante y las buenas y enclasadas embestidas de “Ligerito”.

Con ayudados por alto, siempre en torero y con mucha inteligencia sacó al toro hasta el tercio. Comenzó a torear con la mano derecha, roto, encajado, con la suerte cargada, pasándoselo muy cerca. Llevándolo cada vez más largo. Por el izquierdo tuvo aún más profundidad el toro, y esa buena condición fue aprovechada por Morante. Que se rompió a torear al natural, hilando muletazos tremendamente largos, profundos, templados y con mucho mérito. Poco a poco fue cuajando al toro, que fue a más y a mejor. Morante volvió a la mano derecha, y el poso, la cadencia, la ligazón y la firmeza hicieron que la faena continuase yendo a más. El final de faena, de nuevo sobre la mano izquierda, y con algunos muletazos completamente de frente al toro, desataron la locura final. La rotundidad, la improvisación, la naturalidad, la lentitud… Aquello fue histórico. Y una obra de tal magnitud no podía tener otro final que una estocada entera, efectiva y de premio. Dos orejas de golpe, y ese tercer pañuelo que hizo historia, otorgando un indiscutible y soñado rabo para Morante de la Puebla. El toro, un gran toro, fue premiado con la vuelta al ruedo. La Maestranza rendida a Morante. El toreo rendido a él.

Si este país siguiera teniendo un mínimo de decencia y respeto por la cultura, y por su historia, la tarde de hoy en Sevilla debería de abrir todas las portadas de los periódicos y los telediarios. Lo de hoy es historia de la Tauromaquia, pero también historia de España. ¡Viva el toreo y viva Morante!

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