- Crónica vía: PATRICIA PRUDENCIO
La Feria de San Blas en Valdemorillo cerraba con un cartel formado por la ganadería de Miura y el mano a mano entre Manuel Escribano y Pepe Moral. Finalmente, la tarde estuvo marcada por la irregularidad de los ejemplares. Solo Manuel Escribano paseó orejas en La Candelaria, más en concreto dos, una en el tercero y otro en el quinto. Pepe Moral corrió peor suerte, en el primero de su lote recibió un puntazo en su rodilla, lo que le obligó a pasar por la enfermería. A pesar de sus intentos en acabar la tarde, fue imposible, mató al cuarto sin fuerza y prácticamente mareado. Se esperaba mucho más de la tarde y del cartel en general, los de Miura se vinieron abajo.
‘Lunares’ daba nombre al primero de la tarde, muy Miura, si no fuera porque se emplazó en los medios. Manuel Escribano lo recibía probándolo en el capote, por el derecho sin recorrido e izquierdo más o menos, saliendo con las manos arriba o con la cabeza gacha, dependía del momento. El tercio de varas fue criticado, y con razón, se pasó de la línea. Seguido de unos quites por chicuelinas y rebolera que supieron remendar el tercio anterior. Tampoco se quedó corto Escribano en el tercio de banderillas, ejecutaría un segundo par desde el estribo saliendo a su encuentro, siendo este uno de los más arriesgados, junto con el tercero, que lo realizó al quiebro. El maestro comenzaba la faena de muleta, algo lenta y tardía, la intentaba iniciar desde los medios, pero su falta de atención y escaso recorrido complicaba los primeros compases. El diestro necesitaba guardar las distancias en todo momento, algo que en la segunda tanda parecía tener controlado. Su embestida era desigual, no salía del muletazo ensimismado, sino mirando al tendido y algo perdido, razón por la que se daban de uno en uno, ayudado por la voz del matador. Lo mantuvo en los medios y le aguantó, el astado no tenía mucho fondo y constantemente obligaba a rectificar el cite. Cada vez acortaba más su recorrido y escaseaba el sitio, por ello le dio tiempo y lo sujetó, pues su querencia estaba más que clara. Antes de que lo colocara en suertes ya sonaba el primer aviso, pero finalmente metió la mano dejando la espada algo tendida, trasera y caída.
‘Vendedor’ era el nombre que daría paso a Pepe Moral, quien lo recibiría con una larga cambiada de rodillas, llevándose un duro golpe en los lances de recibo (puntazo en la rodilla y contusión en el codo). El tercio de varas estuvo marcado por un puyazo delantero que a punto estuvo de dejar a Moral sin toro. Los pares de banderillas fueron lamentables. Por fin, llegaba el turno de la franela, daría comienzo con unas breves tandas de tanteo, que Moral ejecutaría genuflexo. El ejemplar de Miura salía suelto del pase, lo que obligaba al espada a tirar de él, llevando a cabo muletazos largos y marcados en la trayectoria. La lesión del diestro era notable, pero aún así siguió en su empeño de domeñar una embestida que era uniforme, llevando la cara a media altura. No dejaba que le sometieran en exceso, además, parecía interesarle más el tendido que la tela. Sin un cierre de faena, pinchó en su primer intento, sería en el segundo cuando el estoque quedara trasero y desprendido.
Manuel Escribano quiso hacerse notar y recibió al tercero de la tarde con una larga cambiada de rodillas, para después sacarlo a los medios y llevarlo muy ajustado y cosido. De nuevo, sería el propio matador quien se encargara del tercio de banderillas cerrando con un gran par al quiebro en los medios, con el que ni se movió. Empezaba con la muleta y el animal desviaba su trayectoria, cabeceaba y se quedaba corto. Pero a base de paciencia, mano baja y dominio fue unificando la embestida. Debía evitar que le tocara en exceso la muleta, por ello llevándole con el extremo de la tela, alargando su brazo izquierdo consiguió prolongar su recorrido para después obligarle a volver y embestir. Pero de nuevo, las querencias eran decisivas, por lo que Escribano acabó en los terrenos de su adversario, algo que no le perjudicó. El astado repetía una y otra vez humillando, estaba domeñado, sin embargo, el interés en el engaño decreció, ya no obedecía al cite. Cerró la faena y lo dispuso en suertes, la mansedumbre fue notable, aún así hundió el acero trasero y desviado, marcado por el primer aviso.
El ecuador de la última de Valdemorillo le correspondía al recién salido de la enfermería, Pepe Moral. Su saludo capotero estuvo marcado por la salida suelta pero repetida en la tela del astado. El inicio con la muleta fue muy rápido y sin apenas tiempo para pensar. Se volvía sin fijeza, sabiendo lo que dejaba atrás, no quería tela. Por este motivo, Moral paraba e intentaba recomponer las tandas, algo difícil para un astado que llevaba la cara prácticamente alta y no humillaba. Había continuidad, sí, pero a qué precio, no se pudo lucir y tampoco daba pie a la ligazón, los pases eran rápidos pero sin ningún tipo de armonía, se lo puso difícil. Tras cuatro pinchazos sin éxito, dejaría la espada tendida, acompañado del primer aviso. Finalmente recurrió al descabello, dejando al animal como un auténtico coladero, cayó antes de que sonara el tercer aviso. Todo ello justificado por sus fuerzas, que se vieron claramente mermadas.
Al quinto de la tarde, Manuel Escribano lo recibió a porta gayola con una larga cambiada, para después llevarle con el capote a buen ritmo y encelado. El astado recibió un buen puyazo, al que respondió con una buena pelea en el caballo. El maestro completó el tercio de banderillas con unos palos bien puestos y ajustados en la cara. El astado entraba en los primeros compases de la faena con genio. Se quedaba corto por el pitón derecho, e incluso, le pasó cerca del pecho al volverse en mitad del muletazo con la cara alta. Por el pitón izquierdo el recorrido escaseaba, razón por la que Escribano compuso tandas lentas con pases dosificados, en los que se cruzaba y alargaba su recorrido levemente, porque seguía quedándose corto. Lo consiguió domeñar, al menos para que obedeciera al engaño. Fue una faena pausada, pase a pase. Justo después de que sonara el primer aviso consiguió meter la mano para dejar una estocada caída pero certera.
Cerraba la feria de San Blas un toro cárdeno del que se ocuparía Manuel Escribano, pues le correspondía a Pepe Moral. Lo recibió en su capote con una larga de rodillas para después continuar en pie marcando su embestida. En esta ocasión haría el quite, el sobresaliente, Salvador Ruano, mientras que de las banderillas, como era de esperar, se encargó Escribano. Comenzaba la faena en los medios, sin medir la distancia y aprovechando la inercia. Como ya va siendo costumbre en la tarde, el recorrido del astado era muy escaso, quedándose corto sin prácticamente terminar el muletazo. Muy lento y despacio le tendía la muleta y le citaba, pero la embestida seguía siendo irregular. Escribano no desistió, sino que siguió insistiendo aún sabiendo que no tenía oportunidades. Cambió la ayuda por la espada para que en la suerte suprema dejara media estocada que le llevó al descabello, solo así el animal se echaría.
Plaza de toros de Valdemorillo (M) en la Feria de San Blas. Los tendidos ocupados por algo más de tres cuartos de entrada. La ganadería de Miura con ejemplares desiguales, inicios con mucha fuerza y celo, y finales vacíos. Fueron de más a menos. Manuel Escribano: aviso y ovación con saludos en el primero; aviso y oreja en el tercero; aviso acompañado de una oreja y petición de la segunda en el quinto; silencio en el sexto. Pepe Moral: silencio en el segundo; dos avisos y aplausos tras pedir perdón en el cuarto.
- Imagen vía: PRENSA MANUEL ESCRIBANO