ARRIBES TAURINAS

Una oreja fría en la segunda de Valdemorillo


  • Crónica e imagen vía: PATRICIA PRUDENCIO

La segunda tarde de Valdemorillo presentaba un cartel interesante con la ganadería de La Palmosilla y los diestros Curro Díaz, Juan del Álamo y Román Collado. Sin embargo, el festejo se quedó sin juego, algunos de los ejemplares supieron demostrar bravura, algo que poco a poco se evaporaba, al igual que sus oportunidades de triunfo. Sólo el matador, Juan del Álamo, tocó pelo en el segundo de su lote, un toro difícil que le exigió y mucho al diestro. Sus compañeros de terna, sin embargo, pasaron sin pena ni gloria, destacaron por su buen uso del engaño y la forma de medir y domeñar las embestidas de sus adversarios.

Abría la tarde un ejemplar de La Palmosilla, abierto de sienes, con un trote trabado y muy poco uniforme. En el saludo capotero, por el pitón derecho entraba ajustado y repitiendo, al igual que lo hacía por el izquierdo, salvo que con una salida algo más prolongada. Así fue el saludo capotero de Curro Díaz. Sería un tercio de banderillas al sobaquillo y saliendo del paso a excepción del último par. Por fin, llegaba el turno de la franela, comenzó en tablas para tantearlo y después sacarlo a los medios. ‘Opiario’ no humillaba, pero tampoco quería someterse en exceso. Ya en los medios, el animal se entregaba a la tela humillando y con ligazón. Su fuerza era escasa y la mansedumbre asomaba entre tandas. Por este motivo, el diestro le dio sitio y tiempo (los muletazos eran limitados). Sin embargo, por el pitón derecho tenía fijeza y empeño en seguir el engaño, eso sí, se quedaba corto obligando a Curro a rectificar y echar el pie atrás. Con lo que no pudo evitar algún que otro susto. Por el izquierdo, bajaba tanto la cara que parecía ensimismado en la muleta. También es verdad que la mano baja de Curro no terminó de convencer al animal y el matador acudió a por la espada, tras intentar concluir con una deslucida tanda marcada por los cabeceos. En la suerte suprema lo degolló, aunque rápidamente caería en los medios.

Ojo de perdiz y castaño, así era el segundo de la tarde. Se encargaría de recibirlo Juan del Álamo, sin embargo, este no se encelaba en el capote a pesar de los intentos. Solo lo conseguiría en los medios, donde se emplazaba y cuando entraba lo hacía con fuerza y desconfianza. El tercio de varas fue protestado en los tendidos. Todo lo contrario al tercio de banderillas, con unos pares bien puestos. Genuflexo y pegado a tablas lo tanteaba por ambos pitones hasta sacarlo de la querencia y llevarlo a los medios. Era un toro de mucho riesgo, entraba al cite de manera pronta pero con un recorrido muy poco uniforme. Parecía que por el pitón izquierdo, llevándolo a media altura, el animal respondía a buen ritmo ligando unos pases con otros. Juan del Álamo empezó a echar el brazo atrás para prolongar su recorrido y evitar que este se volviera y acortara las distancias. El astado no paraba de modificar su recorrido, sabía lo que dejaba atrás y distinguía perfectamente el cuerpo de la tela. El objetivo del matador siempre fue llevarlo con el extremo inferior de la muleta para marcarle su salida y domeñarlo. Por ello, con un cite muy marcado y dosificado, Del Álamo se hizo con el animal. En suerte natural dejó el acero tendido y trasero, con el que bastaría para que el animal se echara.

El menor de alternativa era Román, el torero valenciano, se encargó de ejecutar el saludo capotero correspondiente. Por el pitón izquierdo salía del capote con recorrido y humillando, mientras que por el derecho lo hacía con las manos arriba. Román, en el último tercio, salió con ganas alternando en esas primeras tandas de tanteo adornos y pases genuflexo. En los medios, antes de terminar el primer muletazo, ‘Jubilado’, entraba en el siguiente, era pronto y rozaba el morrillo con el albero. El valenciano, notaba que el animal rápidamente se vendría abajo, por lo que captó su atención, se cruzaba, lo llamaba y le daba tiempo. La faena continuaba y cada vez se alargaba más el recorrido del astado, gracias a la técnica del diestro. Todo le fue bien en la media distancia, solo así ambos se sentían dominantes en su terreno. En los últimos compases, el animal se negaba a entrar y Román cerró el tercio de la misma forma que empezó, arriesgando y adornándose. Sería en la suerte natural, donde en un primer intento pinchó, lo mismo que ocurrió en el segundo intento al dejar la mano atrás. No había dos sin tres, y el tercero parecía definitivo (acompañado del aviso correspondiente) pero no fue así, todo acabó en un mar de descabellos.

‘Manchego’, era el toro que marcaba el ecuador de la tarde. Le correspondió a Curro Díaz, quien se encargó de ejecutar unos lances de recibo breves y sin transcendencia. El animal se empleó en el tercio de varas, quizá fue el que más pelea quiso en el caballo. El mayor de alternativa se dispuso con la muleta en los medios, sin apenas probarlo. Sin embargo, todo la bravura demostrada en el caballo pareció haberla olvidado, le faltaba ajustar el cite al astado. Prácticamente se emplazó, le costaba entrar y ligar los pases, por lo que la continuidad fue nula o inexistente. Curro echó mano de la experiencia y con mucha paciencia se dispuso y muletazo a muletazo lograba una y otra tanda, pero sin mayor repercusión en los tendidos. La fuerza de ‘Manchego’ seguía escaseando, por ello el diestro optó por la mano a media altura, dejándole tiempo y sitio. Estuvo a punto de prenderle, pero no lo hizo, el animal ya no quería tela, estaba vacío. Por este motivo, lo situó en suertes dejando el estoque caído con el que también le degolló pero el animal caería sin puntilla.

Juan del Álamo realizó un inicio bastante interesante, ejecutó unos lances de recibo desde la arena, primero con una larga cambiada y después alternando entre su repertorio. Ya con la muleta en la mano, comenzó la faena y lo probó, quedó comprobado que las embestidas por el pitón izquierdo eran muy desmedidas saliendo de la tela cabeceando y soltando la cara. Sin embargo, por el derecho ocurría todo lo contrario. Del Álamo apaciguó a ‘Barroso’ y templó su embestida hasta domeñarlo con tandas medidas y la mano baja, dándole salida y alargando su recorrido. El maestro estaba cómodo y eso lo transmitió a los tendidos, quizá eso fue lo que le costó la caída en la cara del toro, por suerte, del Álamo empezó a rodar y esto le salvó. Rápidamente se repuso y la vergüenza torera le llevó a seguir de rodillas. En ocasiones se quedaba corto, algo que se pronunció en los últimos compases. Antes de entrar a matar se lució y cerró con un desplante, sin embargo, la espada quedó trasera y tendida, degollando al ejemplar de La Palmosilla.

‘Romano’ cerraba la tarde y Román lo enceló en el capote con lances bien ejecutados. Sin apenas haberse colocado el caballo, el toro entró a la pelea sin parar de empujar, sin embargo, el picador no le quitaba la puya, algo que molestó al público (como es lógico). Atalonado en la arena, por estatuarios, decidió comenzar la faena, para después seguir en los medios. El animal respondía desde las largas distancias y a pesar de su gran movilidad entraba en la muleta con soseria, lo que obligó al valenciano a emplearse. Salía con la cara alta y derrotando, a penas permitía terminar o ligar los muletazos, lo mismo ocurría para que este respondiera, había que cruzarse y llamarle con cite fijador. El de La Pamosilla en ocasiones humillaba, pero fue un constante tira y afloja para que no tocara la muleta. Terminó por llevarlo con los extremos del engaño cuajando un final que parecía calar en los aficionados. Concluyó por manoletinas muy ajustadas para después, en suerte contraria, hundir el acero, aunque no en su totalidad. Por esta razón, el animal apoyado en tablas se resistía a caer. El puntillero no tuvo mucho acierto y lo levantó hasta en dos ocasiones, aguantando hasta que dobló después de escuchar el primer aviso.

Plaza de toros de Valdemorillo (M) Feria de San Blas. Media entrada. Toros de La Palmosilla, de juego bastante escaso, algunos mostraban bravura al principio, pero rápidamente esta desaparecía. Curro Díaz: ovación con saludos en ambos toros; Juan del Álamo: silencio y oreja. Román Collado: silencio y dos avisos en el primero y silencio y aviso en el segundo.


 

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