Mientras haya locos aficionados a la tauromaquia, nada ni nadie podrá acabar con ella. Ni el abandono institucional que muchas veces sufre la Fiesta, ni la falta de unión y apoyo dentro del propio sector taurino, que tantas desgracias supone para el bienestar de la misma. Quijorna lo ha demostrado. Un pequeño pueblo, asentado en la zona oeste de la Comunidad de Madrid y con apenas mil habitantes en su núcleo urbano, ha logrado un hito histórico y admirable. 14 años han sido los que han tenido que esperar sus vecinos para poder volver a ver correr toros por sus calles. La crisis inmobiliaria que acechó España hace ya casi dos décadas, sirvió de excusa para que muchos ayuntamientos -entre ellos el de Quijorna- pusieran fin a unos festejos que no solo formaban parte de la programación de sus fiestas, sino que también formaban y forman parte de las tradiciones y de la Historia de los propios municipios.
Es de justicia dar nombre, y voz, al promotor de esta «locura». Él es Óscar Ramos, vecino de Quijorna, y actual presidente de la Asociación Taurina del municipio. Óscar tuvo claro desde el principio que «no hay nadie mejor para cuidar sus tradiciones que el propio pueblo«, y con esa premisa se lanzó hacia una aventura tan compleja como ilusionante. Sin el respaldo de ninguna institución o entidad, pero con el cariño, la ilusión y el apoyo de la gente. El origen de la asociación no fue otro que soñar con esa ansiada vuelta de los encierros a Quijorna, y ya en el año 2022, Óscar logró devolver ese sentimiento a las calles de su pueblo con una jornada taurina, que incluyó un encierro infantil con carretones y un encierro con minibueyes, que despertó una gran expectación y que sirvió para dejar claro que la afición al encierro, y al toro, estaba más viva que nunca en Quijorna.
Tras ese hito, Óscar se propuso ir hacia el siguiente paso. Devolver la plaza de toros a su pueblo, para continuar en ese ambicioso proyecto de recuperación de los festejos taurinos en Quijorna. Y así fue. En 2023, una clase práctica con alumnos de la Escuela Taurina José Cubero «Yiyo» y una posterior suelta de reses llenó los tendidos hasta la bandera, en lo que fue sin duda otro golpe en la mesa.
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Pero el objetivo final seguía pendiente. Faltaba el encierro. Y de nuevo, sin ayuda ni apoyo institucional -ni del propio sector taurino, que acostumbra a mirar hacia otro lado en los momentos más difíciles-, Óscar se lanzó al vacío sin paracaídas, pero con una afición que le llevó a cumplir su sueño. Meses y meses de informarse, de gestionar mucha documentación, viajes a otras comunidades en busca de un vallado adecuado para las calles, y muchas trabas en el camino… pero ninguna de ellas pudo parar la entrega de un pueblo que se volcó con solidaridad y entrega para ayudar a Óscar a lograr el objetivo: vecinos jubilados del pueblo, oficiales de obra, jóvenes ilusionados con el proyecto, familiares, amigos… Horas y horas de trabajo, madrugones de esfuerzo, y dedicación hasta las últimas horas del día para que el día 12 de octubre, Quijorna volviera a celebrar su encierro. Así fue como en menos de una semana, y a pesar del tiempo que no acompañó, se logró montar el vallado y la plaza de toros. Lo que parecía imposible fue posible. Y lo que parecía un sueño lejano, se convirtió en realidad. Todo ese trabajo incansable durante tanto tiempo tuvo su merecida recompensa.
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La jornada del sábado, a pesar de las lluvias que cayeron desde primera hora, fue un día de muchas emociones. Óscar nos cuenta que tampoco se lo pusieron fácil para tirar hacia adelante, pero él sí tenía claro que el tiempo no iba a privar a nadie de los allí presentes de ver correr a los toros por las calles. Por lo que el encierro se celebró, y la capea posterior que sí tuvo que ser suspendida, se celebró tras la clase práctica vespertina, y contó con dos toros, un novillo y vacas para el público general.
Ver las calles llenas de aficionados, de vecinos disfrutando de su encierro, jóvenes corriendo delante de los animales… y la plaza con un gran ambiente para saborear lo que fue una jornada soñada fue, sin duda, «cumplir un sueño«. Así lo describe Óscar, emocionado y agradecido con lo vivido.
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Hoy, ha finalizado el desmontaje del vallado, con añoranza pero también con la satisfacción de lo conseguido y la ilusión de lo que vendrá. A la pregunta de si existe la intención de repetir el encierro el próximo año, Óscar no tiene dudas: «100% seguro. El pueblo ha dejado claro que quiere celebrar su encierro, y con lo aprendido estos meses, trabajaremos para ello«. Más aficionados como él hacen falta. Porque como decíamos, con afición, de la de verdad, y sin egoísmos, todo iría mejor. Gracias Óscar.
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