Pitar es libre, pero tener educación debería de ser una obligación

Imagen: María Aliende

El pasado domingo se vivió en Pamplona un concurso de recortadores para el recuerdo. Un concurso que tardaremos mucho tiempo en olvidar, por su nivel, importancia y por el espectacular encierro que se lidió, perteneciente a la ganadería de Toros de Mollalta. 16 recortadores se jugaron la vida frente a cinco toros tremendamente serios, en una mañana en el que hubo rivalidad y mucha emoción. La plaza registró una gran entrada en el día de San Fermín, y el ambiente fue muy bueno, a excepción de un desafortunado momento: el anuncio de los finalistas. Es habitual y entendible que en los pueblos y ciudades se apoye con especial cariño a los recortadores locales; ha pasado siempre, y seguirá pasando. El domingo, en Pamplona, también ocurrió. Pitar es libre, claro está, pero tener educación y respeto debería de ser una obligación. Y lo sucedido con “El Peque”, cuando se anunció su pase a la final, fue una sinrazón y un sinsentido por parte de algunos espectadores.

Pitar a un hombre, a un recortador, a un torero, que se ha jugado la vida con tres quiebros -dos de ellos de rodillas- de gran mérito e importancia, frente a un ‘león’ de Mollalta, atropelló a la razón y estuvo totalmente fuera de lugar. ¿Qué otros recortadores también mostraron un gran nivel, e hicieron méritos para estar en la final? Sí, pero no por ello hay que tirar por tierra lo hecho por “El Peque”, y pitarle de esa manera. Para gustos, los colores, pero hay que tener coherencia y nadie, ninguno de los 16 recortadores que trenzaron el paseíllo el domingo en Pamplona, merecía ser pitado. Fue un concurso único, inolvidable, y todos se dejaron la piel haciendo disfrutar al público.

Qué poca afición aquellos que pitaron, y qué poco respeto a un recortador que jamás se deja nada en el tintero. Tampoco el otro día. Afortunadamente, otros aficionados reconocieron con una ovación a “El Peque” su esfuerzo, y su generosidad cediendo el puesto en la final a “Rober”. Pero más allá de ese gesto, nuestro reconocimiento por su concurso. A la altura de ese puesto en la final, y del gran concurso vivido.

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