Ayer fue un día duro. Un día triste y de muchas emociones. Ayer dijeron adiós dos figuras inolvidables para la tauromaquia. Primero fue Julián López «El Juli», quien se retirará tras 25 años de alternativa al finalizar la presente temporada. Y en esa misma mañana, casi sin asimilar la noticia, fue Paquito Murillo quién anunciaba su decisión de cortar temporada y «dejar a un lado el mundo del recorte». Ambas decisiones, por muy duras e inesperadas que hayan sido para muchos aficionados, merecen todo el respeto y el entendimiento de la afición. Y lo merecen, porque ambos se han ganado con sus respectivas trayectorias ese descanso, y el abrir una nueva etapa en sus vidas como ellos deseen. Sus despedidas no merecen ni el más mínimo reproche. Merecen toda la admiración y el apoyo posible, más con la honradez y la sinceridad que desprenden ambos en sus respectivos comunicados.
La retirada de Paquito es un golpe duro para el festejo popular, porque ha sido uno de los nombres propios durante la última década. Se retira uno de los mejores (para muchos, el mejor) saltadores de la historia. Se va una figura y un ídolo dentro del festejo popular. Se va el que ha sido, y sigue siendo, un ejemplo para tantos y tantos jóvenes, y también para sus propios compañeros. Se va un recortador que se ha ganado el respeto de todos: compañeros, aficionados, empresarios, periodistas… y eso demuestra su grandeza. Porque si hay algo que ha caracterizado la carrera de Paquito es la lucha, la constancia y la capacidad para sobreponerse a la adversidad. En un momento en el que no todos valoraban -y valoran- la suerte del salto como se merece, Paquito ayudó a llevar esta suerte a lo más alto, y su amplio y larguísimo palmarés así lo demuestra.
Con un amplísimo repertorio dentro de esa suerte, y con una valentía que cabe reconocerle también cuando se ha obligado a realizar otras suertes como el recorte, Paquito ha sabido hacer lo que un aficionado espera cuando acude a una plaza de toros: llevar la emoción del ruedo al tendido. Transmitir esa emoción. Exhibir sus capacidades pero sin olvidarse nunca del espectador. La conexión de Paquito con el aficionado en la práctica totalidad de las plazas ha sido incuestionable. Se ha ganado el cariño de todas ellas, gracias a su entrega, su respeto por el toro, su compañerismo y, por qué no, también su cercanía dentro y fuera de los ruedos. Y ahí, si nos permiten un agradecimiento personal, debemos darle las gracias por atendernos siempre, y mostrarse siempre amable y dispuesto a colaborar con nosotros. Eso también le honra, y Paquito, te estaremos atentamente agradecidos.
Decir «perdón» o dar las «gracias» al otro es algo que hoy en día no está de moda (tristemente). Y en un momento como este, creo que no podemos dejar pasar la oportunidad de poner en valor esos gestos de sinceridad y de humanidad. Muchas veces nos olvidamos de que los recortadores, los toreros… tienen un enorme sufrimiento detrás. Y no solo por las cornadas, las lesiones, también por circunstancias personales, y otros problemas de la vida cotidiana, a los que ellos no son ajenos. Y a pesar de ello, ¿cuántas tardes han dado la cara, con total dignidad y una absoluta entrega? Por ello, también, gracias Paquito. Gracias por ser un ejemplo. Gracias por tantas mañanas y tardes de gloria. Gracias por tu honradez, que también ha desprendido tu despedida. Porque también hay que ser torero para irse, y tú lo has sido. Siendo sincero contigo mismo, con el toro y con la afición. Por todo ello, gracias Paquito. Gracias por engrandecer el festejo popular.
Suerte en esta nueva etapa, y nuestros mejores deseos para el futuro, torero. En ellos, también está el que se te de el homenaje y el reconocimiento que mereces. Tú carrera y trayectoria lo merecen.
¡Suerte torero!