Recientemente escribíamos otro editorial ensalzando la grandeza del que consideramos que es -con todo el respeto y el reconocimiento que merecen el resto de recortadores- el mejor torero a cuerpo limpio de la Historia: Jonathan Estébanez «El Peta». Y todos los aficionados al festejo popular sabemos de la gran relación que une a El Peta, con David Ramírez «El Peque». Ambos son dos fuera de serie. Dos casos únicos en la historia del festejo popular. Dos toreros fuera y dentro de los ruedos. Dos fuentes de valores que sirven de ejemplo, referencia y modelo para el resto de compañeros, aficionados y personas. Dos recortadores que reflejan a la perfección lo que es el festejo popular, y por supuesto, lo que es el conjunto de la tauromaquia. A El Peque lo cogió violentamente un toro el pasado sábado en la plaza de toros de Las Ventas. En Madrid. Y no lo cogió quebrando, ni recortando, lo cogió ayudando a sus compañeros. Como hace siempre en cada concurso. Porque esa es su esencia, y la del festejo popular (así debería de ser), el compañerismo.
Ese percance nos dejó sin respiración a todos los que estábamos en los tendidos presenciando la vuelta de los concursos de recortadores al coso de la calle Alcalá. Nos dejó helados y llegamos a temer lo peor. La violencia con la que el toro de Antonio Palla lanzó contra las tablas a El Peque, tras hacerle hilo, fue tremendamente impactante. Sus compañeros se lo llevaron en brazos hasta la enfermería, en cuya puerta esperaba una ambulancia para trasladarlo al hospital. Afortunadamente no tardaron en llegar mensajes tranquilizadores desde la enfermería. El Peque estaba consciente, hablaba y todo parecía haber quedado en un gran susto. Sin embargo, lo que nadie esperaba, es que minutos después el propio Peque decidiera salir al ruedo de Las Ventas a saludar una ovación. Una atronadora, unánime y emocionante ovación. Madrid se puso en pie y se rindió a su héroe. Y El Peque, visiblemente mermado y dolorido, besó el ruedo de Las Ventas en un gesto de respeto incondicional, no solo a Madrid, sino al toro, al festejo popular, a la tauromaquia, y por su puesto, a la afición.
Anteriormente, El Peque se había ido a portagayola para recibir al toro de su grupo. Sí, señores, abrió grupo, en Madrid, y se fue de rodillas a los medios en un momento que la afición difícilmente olvidará. Con treinta temporadas a sus espaldas, con todo hecho ya en su carrera como recortador. Sin necesidad de jugarse la vida de aquella admirable manera. Pero con la convicción de que a Madrid se viene a tirar la moneda. Cara o cruz. Por la Puerta Grande o por la enfermería, que se suele decir. Y cosas de la vida, del toro, que aunque aquella apuesta salió triunfal, todo acabó en la enfermería. Eso sí, lo hecho, nadie lo borrará. Ni ese percance, ni el paso de los años podrán empañar la que se recordará siempre como «la tarde de El Peque en Madrid». Porque su tarde estaba siendo sencillamente espectacular, y lo fue, a pesar del percance y de sufrir la cara amarga de la Fiesta.
Aquel quiebro, de rodillas y a portagayola, fue un derroche de valor, de raza, de verdad y de entrega. Le ofreció su vida al toro, y a la Fiesta. Sin engaños. Sin tapujos. El Peque se arrebató al salir airoso del embroque y despertó no solo la ovación del público de Madrid, sino la de sus propios compañeros también. Eso es admiración. Eso es reconocimiento. Esa es la grandeza del festejo popular. Pero lo de El Peque no se quedó ahí. Cuajó una soberbia actuación a pesar de compartir grupo con dos de los quebradores del momento. Con dos auténticos titanes. Con dos de los favoritos del concurso. Pero cuando te entregas de la manera que lo hace El Peque, da igual quién venga detrás, o quién tengas al lado. Aquello tuvo tanta importancia como la que ha tenido el conjunto de su carrera como recortador. Irrepetible. Única. Para quitarse el sombrero.
El Peque ya se ha forjado un sitio privilegiado en la historia del festejo popular, y no queda otra que agradecerle todo lo que ha dado, lo que da y lo que a buen seguro seguirá dando y aportando a la tauromaquia. Su amabilidad siempre con todos y cada uno de los aficionados, esté donde esté, en un encierro, en una capea, en un concurso, en la calle… y la constante ayuda a todos sus compañeros son pequeños gestos, de personas muy grandes. Por todo ello, GRACIAS. Gracias por ser un ejemplo. Gracias por tu entrega al toro, al festejo popular y a la tauromaquia. Te estaremos eternamente agradecidos. Ahora, mucho ánimo, y nuestros mejores deseos para una pronta y satisfactoria recuperación. Madrid te debe una, torero.
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gran articulo, hecho con gran cariño y respeto. muxas gracias