Llegó el día. Llegó el momento. Llegó el 10 de abril de 2022. Es Domingo de Ramos y la capital amanece entre latidos acelerados e insistentes deseos de que todo salga bien. Hoy, en Madrid, un torero se va a jugar todo lo que tiene frente a seis toros: su propia vida. Su vida, su futuro y la ilusión de miles de aficionados que desean que la moneda, al caer sobre el albero, salga cara y no cruz. Porque no hay que olvidar que cuando un torero decide jugarse la vida y hacer gestas como esta, también adquiere una responsabilidad enorme sobre la ilusión y las expectativas de la gente. Y eso pesa. Pesa mucho. Créanme. Y por eso el mejor regalo, o la mejor forma de ayudarle, si es que podemos ayudarle de alguna forma, es llenar la plaza. Que aquello, como dirían los más futboleros, sea una «olla a presión». Que salga fuego de la calle Alcalá. Fuego en forma de apoyo y, sobre todo, de respeto. Emilio no necesita que se le aplauda todo. Ni que se le regalen orejas. Emilio se ha ganado una ovación que retumbe en toda la ciudad en cuanto rompa el paseíllo. Dos puertas grandes consecutivas en Las Ventas, en la primera plaza del mundo; y tres en total, ya en su palmarés, son motivos más que suficientes para ello. Es algo al alcance de muy pocos. Y dentro de la prudencia, permítanme atreverme a susurrarles que no me cabe duda que hoy, 10 de abril de 2022, será la cuarta. Porque si hay un torero preparado para poner boca abajo el coso de la calle Alcalá y meterle la mano a seis toros en solitario, ese es él: Emilio de Justo. Y cuando salga a hombros, el triunfo no será sólo de él. Será de todos y cada uno de los allí presentes. Y de los que no están pero viven y vivieron esto como una forma de vida. O incluso llegaron a entregarla. Si Emilio triunfa, no tengo ninguna duda de que allí donde esté, Iván también se alegrará. Siendo días y circunstancias distintas, es inevitable acordarse de él. De quien fue valiente, como lo es hoy Emilio. Gloria a Iván, y Emilio, torero, suerte. Mucha suerte. Pase lo que pase, tienes el respeto del pueblo. El respeto y la admiración como héroe. Como torero.
Emilio de Justo, sobre su encerrona: «Todas las noches me va a quitar el sueño»